viernes, 29 de febrero de 2008

La Kermesse del Fin del Mundo



En el baldío de los vidrios rotos y los perros sin dueño,
durante la madrugada, igual que reyes magos,
una troupe de freaks con sus carromatos,
con paneles percudidos que jamás fueron nuevos,
han montado el Callejón de las Atrocidades.
Con sinestesia de murciélago,
en dirección a la luz de la música de bronce
(bocinas grises, floripondios de latón
que transforman en enigma disonante
lo que supo ser arquetipo y pentagrama),
la muchedumbre que come al divertirse
desciende -como las limaduras de hierro de Oscar Wilde
que iban al imán por su propia voluntad-
a la colorida promesa, abisal como el centro de la tierra:
donde toda dirección es hacia arriba
y seguir descendiendo es imposible.
Aunque actúan como zombis
una íntima sospecha, caldera pútrida
de oscuro crepitar y presencia inmanente
acallada hasta ahora en los coletos de esta multitud
-ya se sabe, el viejo arte de desconocerse-
rompe sus ligaduras como un simio gigante
y obliga a todos a percatarse de la estafa:
aquello que el Maestro de Ceremonias
oferta por centavos, a los gritos,
subido a su abigarrado púlpito,
es la mentira peor urdida de la Historia:
la Mujer Gorda hace siglos que no come,
anoréxica al fin a causa de las fotos
que vio en las revistas de la peluquería;
el Hombre de Goma está resquebrajado
y un dolor de burlete
lo tiene rígido y postrado sobre un jergón de paja;
la Bella Odalisca está tan desmejorada,
adicta sin remedio a la droga de la histeria,
que sus ojos sucumbieron a los pozos sin fondo
del bleque de admirarse solamente a sí misma;
la Dama-Araña ya no teje su tela plateada
soñando despierta, estática en su jaula,
con el rol protagónico
de la próxima secuela de un film de superhéroes.
Muchos de los monstruos que anuncian los carteles
han muerto, y ni siquiera han retirado sus restos.
La chusma se enardece y amenaza incendiar todo
y el siniestro total se cierne, inevitable:
Espumarajos biliares brotan de sus bocas
que se confunden con los "copos de nieve"
que el Hombre con las Uñas Más Sucias del Mundo
hace instantes pescaba con varitas de mimbre
de un centrífugo hornito de azúcar a pedal;
los niños tomados de la mano de los padres
sin dejar de comer pochoclo
avanzan arrasando las tiendas y tablados.
La troupe corre hacia el río para salvar si es posible
sus vidas, de valor ínfimo para las autoridades
pero distinto de cero -al menos para ellos-,
con negras aguas hasta el cuello
observan y esperan que arda el Mundo.
Pero el pogrom ha llegado a los Espejos Deformantes
y a la luz de sus teas -un cliché que han de perdonarme-
el milagro estalla en un instante congelado:
las ondas azogadas de los vidrios rayados
compensan con metafísica precisión
la imagen aterradora de la masa
que sorprendida al límite de sus entendederas
se refleja transformada de goyesco esperpento
en bucólica estampa prerrafaelista.
La antorchas escapan de las manos
de los arrobados Narcisos
y, como han regado aserrín en el fangoso baldío,
todo arde de inmediato, hasta la misma chusma,
tan inflamable por su alto porcentaje lipídico
que chisporrotea el aceite que destilan los cuerpos,
líquidas llamas que se escurren entre la basura;
el sonido no se diferencia en absoluto
de la estática que siguen propalando las bocinas,
la banda de sonido accidental
de este apocalipsis de feria de atracciones.

sábado, 23 de febrero de 2008

Aura


Un poema escrito ayer.


La brisa arrancó la imperceptible
cubierta de la piel
brillosa y líquida
-tanto da si lo móvil era el aire
o rugían caballos metálicos
incendiando carboníferos octanos-.
La expuesta terminal de la dendrita,
múltiple en su afán ramificado,
amenaza con salirse de la escala:
rémora de Condillac
más sensible aún que su escultura,
a golpe de hechos percibidos
lo hará, seguro que lo hará.

El pulso, despellejado,
se desplaza a la velocidad de una carreta
desde las cordiales estancias en el pecho
hasta las periféricas opciones del cuerpo;
potenciadas cascadas electrónicas
que, al final, terminan siendo todo.
Las preguntas en cuestión son formuladas:
¿dónde están el final del aura
y el principio de la incertidumbre?
y ¿acaso el engranaje
movilizado, jacobinizado,
sueña con liberarse del reloj?

miércoles, 20 de febrero de 2008

Pneuma


Un poema escrito hace varios años.


El soplo, elástico fluir
porción inteligible
que orienta hacia su norte
la crisis del espíritu.
Brisa que hechiza al que quiere,
sucio de materia,
pulverizarse,
purificarse.
(Los filósofos romos
oreaban sus emanaciones
ondeando el peplo).
Teológicamente, la rueda
de un devenir cualquiera
apunta sus disparos
hacia aquellas cosas lábiles
que, sin embargo,
por ser tan indigestas,
rumiadas como muelas
manifiestan estrepitosamente
el alma de las habas.

domingo, 10 de febrero de 2008

Tabla periódica Proyecto Printmaking

Carbono, por Kris Shanks



Oxígeno, por Mari-Claire Vaccaro


Aquí está la página del proyecto en el que más de cien artistas ilustraron la tabla de los elementos. A mí, particularmente, me encantan estas cosas.

miércoles, 6 de febrero de 2008

El carnaval me anda buscando

Copacabana, lago Titicaca


Bendición de los taxis, Carnaval en Copacabana


domingo, 3 de febrero de 2008

En Coroico


Estoy hace dos días en Coroico; a pesar de que la conección satelital es cara y lenta, está lloviendo desde ayer a la madrugada y sobra el tiempo para tenerle paciencia a la computadora. Saliendo de La Paz, son tres horas de viaje para llegar hasta el paraíso: al principio del viaje, pasamos por cerros nevados, brillantes moles de granito negro; un par de horas después, llegando a estos valles, siempre bajando, la temperatura sube y el paisaje se torna selvático: la yunga. Ya conocía el sur de Tucumán, el chaco salteño y Calilegua, en Jujuy; aquí se suma el estar en medio de la Bolivia más rural y pintoresca. Plátano, café, maracuyá, papaya; los sabores del trópico a mil doscientos metros de altura. La región está llena de cascadas, grutas y ríos torrentosos, pero la llovizna constante no me ha dejado caminar mucho. De hecho, estamos adentro de las nubes; más que llovizna, se ven vaharadas de vapor frío que se desplazan de aquí para allá con la brisa.


Estamos en pleno carnaval pero el clima está aguando la fiesta. Hace un rato, mientras desayunaba en el mercado municipal, las doñas, irónicamente, le echaban la culpa de la Niña a Evo. No se consigue café en grano; ignoro si no es época o se trata de la lluvia. El viernes estuve en el desfile; hubo música, fuegos de artificio y baile en la calle. Anoche me acosté a dormir la siesta y desperté esta mañana con el rumor de la lluvia. En el residencial en el que me alojo, tres pisos de galería alrededor de un gran patio, un gigantesco anfiteatro en el que desde mi palco observo todas las habitaciones, se alojan unos mariachis que vienieron para las celebraciones; hace dos días que los veo deambular siempre con sus trajes mexicanos. Una pena que no se pongan también los sombreros.


En La Paz me compré una guitarra pequeña con su correspondiente funda de colorido aguayo. Durante las horas de la siesta, practico los tangos de los libros de Arnoldo Pintos de enseñanza de guitarra que me traje desde Buenos Aires. Incluso forzado a quedarme dentro de mi pequeña habitación, solo, cantando letras que hablan de separaciones y desamores, me siento entero y feliz.

viernes, 1 de febrero de 2008

De La Paz a Coroico










Al final no fui a Oruro; va tanta gente por el carnaval que seguro no hubiera encontrado alojamiento, ni siquiera en un banco de la plaza. Además, los carnavales me atraen más que nada por la adrenalina contagiosa de la multitud, pero como droga, la también llamada epinefrina deja bastante que desear. Los colorines y la música estridente contribuyen a que me termine saturando y aburriendo. Decidí entonces ir directo de Potosí a La Paz; un viaje que duró toda la noche que también pasé durmiendo. La Paz es una gran urbe trepada a los cerros; una aldea hecha de edificios; un caos, pero no asesino, como algunos quieren hacer creer. Es una ciudad limpia y moderna, y también sucia y colonial. Tiene cerros llenos de casitas de ladrillo hueco -casitas en algunos casos es eufemismo; hay edificios de varios pisos- iguales a las de las películas de Río.
Llegué temprano; los comercios abren tarde, no había lugares donde desayunar excepto los puestos de la terminal, de la que había escapado para empezar lo antes posible a caminar la ciudad. En un cyber donde todavía era demasiado temprano y no habian encendido las computadoras, un ratón se me escabulló aterrado entre las piernas.
Siempre bajo la lluvia, visité un complejo de museos; caminé por es casco histórico; me zambullí en el centro donde sorprende ver a los bolivianos, tan discretos como los creía, gritando por cualquier motivo. El tránsito es infernal y a la vez parece que todos llegan a donde va. Hay unos disfrazados de cebra del gobierno que intentan, obviamente sin éxito, arreglar el bestial comportamiento de los peatones.
Al mediodía almorcé en un lugar muy lindo pero tan turístico que me sorprendió pagar 30 bolivianos por el almuerzo, unos doce pesos. Todo es tan barato que te desacostumbrás. Más tarde lo llamé al Marco Tóxico, el ilustrador de la tapa del último Argoth al que no conocía más que por e-mails. Quedamos en encontrarnos a las tres.
El encuentro con Marco es de esos que anuncian cosas importantes. Es una persona agradable, simpática, inteligente; gran conocedor del arte y la cultura de su ciudad; estuvimos toda la tarde caminando por La Paz, arriba y abajo; me puso al tanto de la literatura paceña, me llevó a una bibliteca gratuita de historietas -cosa que no sé si hay en Buenos Aires- y terminamos en una librería donde compré obedientemente todos los libros que me recomendó. Quedaron sembradas muchas ideas, como la de que nohayverguenza ediciones saque una antología de poesía boliviana y conectar los movimientos de editoriales independientes de nuestros lugares.
Por la calle los lustrabotas están todos con pasamontañas; como es una tarea discriminada, mantienen el anonimato. "Hay gente que les tiene miedo, son zapatistas" dijo Marcos. Me estuve riendo un rato.
Esta mañana salí para Coroico; uno de los lugares más bellos de los que he visitado. En la próxima, pondré algo sobre este paraíso.