domingo, 3 de febrero de 2008

En Coroico


Estoy hace dos días en Coroico; a pesar de que la conección satelital es cara y lenta, está lloviendo desde ayer a la madrugada y sobra el tiempo para tenerle paciencia a la computadora. Saliendo de La Paz, son tres horas de viaje para llegar hasta el paraíso: al principio del viaje, pasamos por cerros nevados, brillantes moles de granito negro; un par de horas después, llegando a estos valles, siempre bajando, la temperatura sube y el paisaje se torna selvático: la yunga. Ya conocía el sur de Tucumán, el chaco salteño y Calilegua, en Jujuy; aquí se suma el estar en medio de la Bolivia más rural y pintoresca. Plátano, café, maracuyá, papaya; los sabores del trópico a mil doscientos metros de altura. La región está llena de cascadas, grutas y ríos torrentosos, pero la llovizna constante no me ha dejado caminar mucho. De hecho, estamos adentro de las nubes; más que llovizna, se ven vaharadas de vapor frío que se desplazan de aquí para allá con la brisa.


Estamos en pleno carnaval pero el clima está aguando la fiesta. Hace un rato, mientras desayunaba en el mercado municipal, las doñas, irónicamente, le echaban la culpa de la Niña a Evo. No se consigue café en grano; ignoro si no es época o se trata de la lluvia. El viernes estuve en el desfile; hubo música, fuegos de artificio y baile en la calle. Anoche me acosté a dormir la siesta y desperté esta mañana con el rumor de la lluvia. En el residencial en el que me alojo, tres pisos de galería alrededor de un gran patio, un gigantesco anfiteatro en el que desde mi palco observo todas las habitaciones, se alojan unos mariachis que vienieron para las celebraciones; hace dos días que los veo deambular siempre con sus trajes mexicanos. Una pena que no se pongan también los sombreros.


En La Paz me compré una guitarra pequeña con su correspondiente funda de colorido aguayo. Durante las horas de la siesta, practico los tangos de los libros de Arnoldo Pintos de enseñanza de guitarra que me traje desde Buenos Aires. Incluso forzado a quedarme dentro de mi pequeña habitación, solo, cantando letras que hablan de separaciones y desamores, me siento entero y feliz.

2 comentarios:

Sergio Francisci dijo...

Tanto mundo y el tipo sigue cortando el pan para el diablo...
un saludo
una reverencia

TiTo A. dijo...

Le iba a poner manteca, no jamón del Diablo -hace años que soy vegetariano-.
En mi descargo debo decir que estaba más pendiente del disparo de la cámara que del pan, por cierto de una elasticidad muy resistente. Un gran abrazo, Herr Doktor, y gracias por leer mi humilde blogtch. Ya nos encontraremos en persona y ahí lo quiero ver.