viernes, 1 de febrero de 2008

De La Paz a Coroico










Al final no fui a Oruro; va tanta gente por el carnaval que seguro no hubiera encontrado alojamiento, ni siquiera en un banco de la plaza. Además, los carnavales me atraen más que nada por la adrenalina contagiosa de la multitud, pero como droga, la también llamada epinefrina deja bastante que desear. Los colorines y la música estridente contribuyen a que me termine saturando y aburriendo. Decidí entonces ir directo de Potosí a La Paz; un viaje que duró toda la noche que también pasé durmiendo. La Paz es una gran urbe trepada a los cerros; una aldea hecha de edificios; un caos, pero no asesino, como algunos quieren hacer creer. Es una ciudad limpia y moderna, y también sucia y colonial. Tiene cerros llenos de casitas de ladrillo hueco -casitas en algunos casos es eufemismo; hay edificios de varios pisos- iguales a las de las películas de Río.
Llegué temprano; los comercios abren tarde, no había lugares donde desayunar excepto los puestos de la terminal, de la que había escapado para empezar lo antes posible a caminar la ciudad. En un cyber donde todavía era demasiado temprano y no habian encendido las computadoras, un ratón se me escabulló aterrado entre las piernas.
Siempre bajo la lluvia, visité un complejo de museos; caminé por es casco histórico; me zambullí en el centro donde sorprende ver a los bolivianos, tan discretos como los creía, gritando por cualquier motivo. El tránsito es infernal y a la vez parece que todos llegan a donde va. Hay unos disfrazados de cebra del gobierno que intentan, obviamente sin éxito, arreglar el bestial comportamiento de los peatones.
Al mediodía almorcé en un lugar muy lindo pero tan turístico que me sorprendió pagar 30 bolivianos por el almuerzo, unos doce pesos. Todo es tan barato que te desacostumbrás. Más tarde lo llamé al Marco Tóxico, el ilustrador de la tapa del último Argoth al que no conocía más que por e-mails. Quedamos en encontrarnos a las tres.
El encuentro con Marco es de esos que anuncian cosas importantes. Es una persona agradable, simpática, inteligente; gran conocedor del arte y la cultura de su ciudad; estuvimos toda la tarde caminando por La Paz, arriba y abajo; me puso al tanto de la literatura paceña, me llevó a una bibliteca gratuita de historietas -cosa que no sé si hay en Buenos Aires- y terminamos en una librería donde compré obedientemente todos los libros que me recomendó. Quedaron sembradas muchas ideas, como la de que nohayverguenza ediciones saque una antología de poesía boliviana y conectar los movimientos de editoriales independientes de nuestros lugares.
Por la calle los lustrabotas están todos con pasamontañas; como es una tarea discriminada, mantienen el anonimato. "Hay gente que les tiene miedo, son zapatistas" dijo Marcos. Me estuve riendo un rato.
Esta mañana salí para Coroico; uno de los lugares más bellos de los que he visitado. En la próxima, pondré algo sobre este paraíso.

1 comentario:

Diego C. dijo...

moi copada la vista escrita de la cuidad, posta
---espero conocer bolivia algunos días del futuro cercano

.saludos t.a.