sábado, 23 de febrero de 2008

Aura


Un poema escrito ayer.


La brisa arrancó la imperceptible
cubierta de la piel
brillosa y líquida
-tanto da si lo móvil era el aire
o rugían caballos metálicos
incendiando carboníferos octanos-.
La expuesta terminal de la dendrita,
múltiple en su afán ramificado,
amenaza con salirse de la escala:
rémora de Condillac
más sensible aún que su escultura,
a golpe de hechos percibidos
lo hará, seguro que lo hará.

El pulso, despellejado,
se desplaza a la velocidad de una carreta
desde las cordiales estancias en el pecho
hasta las periféricas opciones del cuerpo;
potenciadas cascadas electrónicas
que, al final, terminan siendo todo.
Las preguntas en cuestión son formuladas:
¿dónde están el final del aura
y el principio de la incertidumbre?
y ¿acaso el engranaje
movilizado, jacobinizado,
sueña con liberarse del reloj?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El pulso, despellejado
Carajo me quede r ecolgada con eso.... y me vi n la necesidad de hacertelo saber. Por lo demas muy interesante.
Mis respetuosos saludos!

TiTo A. dijo...

Muchas gracias, Zombiegirl; es una alegría dejar recolgada a una no-muerta: ¡la poesía es práctica!
Tal vez ya no sea necesario dispararles a la cabeza, sólo recitarles algo. Interesante imaginar cuáles autores serían más efectivos...

Diego C. dijo...

qué bueno, titus, un abordaje a la cabeza, realmente (¡la brisa y los caballos rugientes!),
despojado en su barroquia el final

abrazo

TiTo A. dijo...

Gracias Diegote, es un honor que te guste un poema mío. Me salió esta barroqueada casi sin querer pero a mí también me gusta.
Un abrazo