domingo, 16 de marzo de 2008

Voleyball en Consti


Suelo ir a correr dos o tres veces por semana alrededor del parque que está frente al hospital de niños Garrahan; allí ya se manifiesta la mezcla, latina y sudorosa, "de carnaza sensual y angurrienta", como dice un amigo, que caracteriza a los barrios como Constitución. Siempre hay varios partidos de fútbol y mucha gente corriendo y haciendo ejercicio. El otro día, al doblar en una esquina, en la primera vuelta, un partido de voley jugado por dos equipos de travestis quedó enmarcado ante mis ojos por la luz dorada de la puesta de sol. Se me ocurrió estar entrando a un mundo pictórico, de belleza oscura, terrible; la mezcla de un cuadro de Caravaggio con una foto de Marcos López. Vestidas con pantaloncitos de fútbol y camisetas viejas, a cara lavada, revelando al sol sus barbas sin afeitar y las raíces del pelo sin teñir que tanto se esfuerzan en ocultar cuando están trabajando, me produjeron un sentimiento cálido y humano; un amor a la diversidad de la vida y a la posibilidad de juego infinito en un mundo donde cada instante debemos adivinar qué reglas inventar.

Mientras pasaba trotando frente a la cancha de voley, el rechazo desastroso de una pelota hizo a una enorme rubia del equipo rival gritarle a la responsable, con más gracia y afecto que agresividad:

-¡Volvé a la jaula!

La carcajada que siguió, a la que contribuimos todos los que estábamos allí, fue tan luminosa como la luz del sol que se hundía lento hacia el lado de Parque Patricios.