jueves, 24 de abril de 2008

Hormigas



El frío las oculta, y el verano
las saca a nuestra vista, secuenciales
cuentas que, coloradas o morenas,
a la fila habituadas -galería
programada en genéticas antenas-,
sucumben al avance en eslabones
y viven el espacio de la misma
forma que el tiempo a los humanos corre.
Con su trozo de hoja va la negra,
o, carnívora y roja, desmantela
al Goliat que aunque oponga su carcaza
quitinosa a sus tenazas de David
-cruel mantis o langosta devenida
tentempié de la implacable multitud-
a la trófica ley le cede todo.
Con mesmérico asco, con la punta
de un bastón de Malaca removida,
esa muerta y cortada mano muerta
por Salvador y Luis imaginada
ebulle de su especie, y en su muerte
deviene para siempre en el emblema
del ser de voluntad subordinada
al Deseo, animado por ajeno
impulso, que dispersa su potencia.
Habitantes de un mundo decidido
a trazarles destino de engranaje,
su Forma las privó de individuales
atributos, haciendo reemplazable
sus vidas, su gestáltica tarea.
Y esto viendo: ¿no es poca diferencia
y tan sólo cuestiones de la escala
aquello que según ciertos sofistas
de esas mínimas bestias nos distingue?

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