lunes, 1 de enero de 2007

Wilcock II

Inquietantes resonancias de un texto de Juan Rodolfo Wilcock de 1960 con el tratamiento del reciente asesinato de Nora Dalmasso, en Río Cuarto (la tierra de Juan Filloy), Córdoba:

Periodismo romano
Los diarios romanos dan cuenta del desarrollo de la investigación hecha en relación con la muerte de una rica señora.
Como "el asesinato ha tenido lugar en un ambiente de personas sin tacha", después de haber nombrado a los protagonistas del hecho, el diario declara: "El nombre del asesino no está incluido entre los que hemos nombrado" (algunos días después se descubre que era justamente uno de ellos). Una vez eliminados los sospechosos, queda el problema de llenar de alguna manera el espacio: para esto sirven las hipótesis contradictorias. Efectivamente, en la misma edición leemos: "Muy probablemente no nos encontramos ante un homicidio voluntario, sino ante uno no premeditado; el asesino habría llevado a cabo su horrendo delito en un imprevisto rapto de ira", y más abajo: "Debemos repetir una vez más que el homicida ha actuado con tal metódica premeditación y con tan perfecto cálculo como para desalentar al más astuto de los investigadores". Aunque haya salido a la luz "un nuevo e importantísimo elemento que podría también ser definitivo... por respeto a la ética profesional y por deber cívico no podemos revelarlo". Mientras tanto, el público podrá gozar esta delicada descripción de la víctima: "El cuerpo de la mujer, vestido de seda negra con pequeñas flores amarillas y rojas y hojas verdes desdibujadas, yacía detrás de una ventana vidriada en un ataúd de caoba, revestido con un acolchado de satén bermellón, con un festón de rosas talladas por afuera e interiormente forrado de cinc".
Efectivamente, "su cadáver ha dicho todo lo que un cadáver puede decir; la mujer murió asesinada así como se muere por un mal natural repentino: cuando sintió la presión en el cuello comprendió que, irreparablemente, era el final". Además de las revelaciones que se obtuvieron de este modo a través de la contemplación de la difunta, lo que interesa saber es qué come el viudo: "A mediodía, después de diecinueve horas de interrogatorio, le llevaron del restaurante de Piazza Nicostra una sopa, dos huevos con ostras y un cuarto de vino. Después ha solicitado un café y diarios, en los que ha leído con vivo interés los resultados de la investigación".
(De Hechos inquietantes, Editorial Sudamericana, 1998)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Está claro que el asesino era el viudo.
Si no, ¿cómo va a comer tan tranquilo?.

TiTo A. dijo...

No sé, yo a veces como por ansiedad...

48hs dijo...

oh si, que buena descripción del cadáver...