
Un poema escrito ayer.
La brisa arrancó la imperceptible
cubierta de la piel
brillosa y líquida
-tanto da si lo móvil era el aire
o rugían caballos metálicos
incendiando carboníferos octanos-.
La expuesta terminal de la dendrita,
múltiple en su afán ramificado,
amenaza con salirse de la escala:
rémora de Condillac
más sensible aún que su escultura,
a golpe de hechos percibidos
lo hará, seguro que lo hará.
El pulso, despellejado,
se desplaza a la velocidad de una carreta
desde las cordiales estancias en el pecho
hasta las periféricas opciones del cuerpo;
potenciadas cascadas electrónicas
que, al final, terminan siendo todo.
Las preguntas en cuestión son formuladas:
¿dónde están el final del aura
y el principio de la incertidumbre?
y ¿acaso el engranaje
movilizado, jacobinizado,
sueña con liberarse del reloj?
4 comentarios:
El pulso, despellejado
Carajo me quede r ecolgada con eso.... y me vi n la necesidad de hacertelo saber. Por lo demas muy interesante.
Mis respetuosos saludos!
Muchas gracias, Zombiegirl; es una alegría dejar recolgada a una no-muerta: ¡la poesía es práctica!
Tal vez ya no sea necesario dispararles a la cabeza, sólo recitarles algo. Interesante imaginar cuáles autores serían más efectivos...
qué bueno, titus, un abordaje a la cabeza, realmente (¡la brisa y los caballos rugientes!),
despojado en su barroquia el final
abrazo
Gracias Diegote, es un honor que te guste un poema mío. Me salió esta barroqueada casi sin querer pero a mí también me gusta.
Un abrazo
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